Buenas, ya en el final del curso me voy a decantar por la opción 2, quiero presentaros un relato corto de lo que podríamos describir como la familia clásica en los años 60 o 70 e incluso los 80, donde el hombre era el que se marchaba a trabajar y la mujer se quedaba en casa realizando, lo que desgraciadamente he visto en documentos oficiales de la época, "sus labores".
Es tarde, más de lo habitual.
Desde el balcón se aprecia como el taró se adentra en tierra y va cubriendo el
valle. Rafaela espera a su marido Francisco que no ha llegado de trabajar. Es
obrero de la construcción.
Se ha cerrado la noche y sigue
sin llegar. Ya no se ve el valle, está cubierto por ese espeso manto de niebla,
aun así, la noche está despejada, hace frío y empieza a condensar las pequeñas
gotas de rocío sobre los pocos coches que hay aparcados en la acera. Rafaela se percata de
ello, porque se asoma a la puerta a ver y oír si llega algún coche. Todo es
silencio. Se va al otro lado de su casa, desde donde puede ver el valle por la
ventana de la cocina. En noches normales se ve la carretera a lo lejos, y las
luces de los vehículos circulando. Esta noche no.
Ha pasado ya una hora, le ha
parecido una eternidad. Para un coche en la puerta, oye el golpe de cierre de
la puerta de un vehículo y el sonido de introducir una llave en la cerradura de
su casa.
Es Francisco y entra en casa.
Rafaela está ya en el otro lado de la puerta. Lo ve muy cansado y tiene el pelo
mojado. La mira, pero no dice nada.
-
¿Qué ha pasado? ¿Te ha ocurrido algo?, le
pregunta ella con angustia, pero un poco ya más calmada al verlo.
-
Ya sabes, siempre hay retención, y hoy con la
niebla ha sido casi imposible circular, contesta Francisco.
-
¿Por qué vienes mojado?
-
Iba con la ventanilla abierta, para poder ver
mejor las líneas de la carretera. Se empañaban las lunas del coche. La niebla
es muy espesa y casi no se veía nada.
-
Anda y ve a ducharte, le dice Rafaela.
Francisco es un buen hombre, trabajador,
he intenta siempre que a su familia no le falte nada.
Mientras Francisco se dirige al
baño, ella va a por la ropa limpia y se la pone encima de la banqueta que hay
junto al bidé. Después va a la cocina, y calienta la comida. Ella ya ha cenado,
casi sin ganas.
Francisco sale del baño, se
sienta en la mesa y le acerca su plato de comida.
-
Tráete el pan, anda, se te ha olvidado, y un
vaso para el vino también, ¿y los niños?, le pregunta.
-
Llevan rato acostados, mañana tienen cole. - Contesta Rafaela, yendo a la despensa a coger
el pan.
-
Ya..., dice Francisco con resignación.
Francisco termina de comer. Es
tarde. Se va a la cama. Antes pasa por la habitación de los niños y los mira.
Están dormidos. Se tiene que levantar a las 5 y media de mañana.
Rafaela recoge la mesa y lava los
platos. Se sienta media hora en la salita antes de ir a la cama. El día no ha
sido muy distinto de los demás, salvo la tardanza de Francisco que no es para
nada habitual.
Llevan unos años casados, se
aprecian y se quieren. Pero el paso por el amor y la pasión que antaño tuvieron
en su juventud fue efímero.
Son las 5 de la mañana y Rafaela
se levanta para preparar el bolso de comida a Francisco para el trabajo y el
café.
Son ya las seis, Francisco sale
por la puerta. Hace viento y éste ha disipado la niebla.
-
¡Ten cuidado!, le dice Rafaela.
Francisco no habla, le da un beso
en la mejilla, y se va.
Son los años 70."
Me tomo esta pequeña licencia para dedicar este curso y todo lo aprendido a las mujeres de mi vida, que son mi madre, mis hermanas, mi esposa y mis hijas, luchadoras como todas.
Agradecer a todo el equipo, profesoras y profesores del curso vuestra labor, me habéis abierto aún mas si cabe, los ojos sobre esta realidad.
Y muy especial mención a Graci, una persona trabajadora, luchadora y siempre sonriente, amiga mía y de mi familia, que nos fue arrebatada por la violencia machista este mismo año, y nos dejó un vacío enorme.
Por Graci.